16 de octubre: 60 Aniversario de «La Historia me Absolverá»

fidel_castro_ruz_estudianteSantiago de Cuba, Hospital Civil Saturnino Lora: el joven abogado Fidel Castro, principal encartado en la Causa 37 por el asalto al Cuartel Moncada, llegó custodiado por el capitán Pedro Rodríguez Medrano, el teniente Vicente Camps y un grupo de clases y soldados fuertemente armados. Eran las 9:00 de la mañana. Vestía un traje de casimir azul oscuro. Lo llevaban esposado. En el trayecto por el corredor interior de la sección de pensionistas del Saturnino Lora, rumbo a la salita de estudios de las enfermeras donde sería juzgado, lo interceptaron dos muchachas: María Antonia Figueroa, maestra normalista, y Nilda Ferrer, empleada de comercio; querían expresarle solidaridad, en nombre del pueblo santiaguero para lo cual habían permanecido toda la noche en un cuarto del hospital como supuestas acompañantes de una persona enferma.

«¡Fidel el pueblo de Santiago está contigo!», exclamaron a unos pasos del prisionero. El acusado no respondió a aquella expresión solidaria. De hacerlo los guardias habrían actuado violentamente contra ellas. Y a él, cuando menos, lo hubieran retirado de aquella sala Civil para juzgarlo en un recinto militar.

Después de la salida de prisión de Isla de Pinos, el Jefe de la Revolución le diría a María Antonia Figueroa, excusándose por su parquedad, que aquella salita del Tribunal, improvisada en el hospital, era la única tribuna que él tenía para poder expresar su pensamiento: denunciar los crímenes cometidos el 26 de Julio, pormenorizar el programa del Moncada, el porqué del acto de rebeldía del 26 de Julio y demostrar jurídicamente que quien merecía ser condenado era Batista y su régimen «de facto» que abolió mediante un golpe de Estado la Constitución del 40, suplantándola por un decreto, conocido como los Estatutos Constitucionales, hecho que él había denunciado en los tribunales competentes, sin que se tuviera en cuenta.

En el interior de la sala le retiraron las esposas. Se reiniciaba el juicio, interrumpido para él, dos días después de abrirse la Causa 37 en el Palacio de Justicia, el 21 de septiembre de ese mismo 1953.

«La justicia debía estar muy enferma», como lo haría notar ese día el principal encartado —Fidel Castro—, para convocar a ilustres magistrados de tan alto Tribunal a trabajar en un cuarto de hospital.

Dentro del pequeño local sería juzgado también el combatiente Abelardo Crespo Arias, herido en un pulmón. El ardid para llevar al doctor Fidel Castro al hospital fue el hecho de que, según el supervisor militar del establecimiento sanitario, el joven Crespo no podía ser trasladado al Palacio de Justicia. Además, se juzgaría a un obrero, involucrado en la Causa, aunque nada tuvo que ver con los hechos del 26 de Julio, el ferroviario Gerardo Poll Cabrera.

fidelEl Tribunal estuvo integrado por los mismos magistrados y el Fiscal que inició el proceso, el Secretario y Oficial de Sala, así como los abogados de la defensa para Poll y Crespo. Baudilio Castellanos, abogado de oficio, en representación del combatiente herido, así como seis periodistas. El propio Fidel diría durante su alegato, luego conocido como La Historia me Absolverá que tenía como único público seis periodistas en cuyos órganos de prensa no podrían publicar nada, por la vigente censura de prensa.

Se exigía que un juicio del Tribunal de Urgencia fuera oral y público, de ahí que los seis periodistas hiciéramos el papel de público.

El interrogatorio al acusado fue brevísimo. El Tribunal tomó en cuenta el hecho de que, en las vistas anteriores en el Palacio de Justicia, el doctor Fidel Castro Ruz había respondido las preguntas referentes a su culpabilidad con respecto a la organización de un movimiento armado y respondió las preguntas del Tribunal y de los abogados de la Defensa.

Vale recordar los términos formales del interrogatorio y su brevedad el 16 de octubre de 1953.

Dijo el Fiscal:

—Fidel Castro, póngase de pie, haga el favor, usted está acusado de auspiciar una insurrección armada para derrocar al Gobierno constituido. ¿Es cierto que tomó participación en los hechos del Moncada el 26 de julio?

—Efectivamente—respondió Fidel.

—¿El propósito que lo animó fue derrocar al Gobierno?

—No podía ser otro—contestó.

El Fiscal daba por terminado el interrogatorio. No quería que el acusado tuviera la más mínima oportunidad de rebatir una larga exposición del Ministerio Público. Como exige el procedimiento judicial, el Ministerio Fiscal debía abundar en consideraciones, pero en ese caso solo se refirió al artículo del Código que, supuestamente, el doctor Fidel Castro había violado. Expresó que él había atentado contra los Poderes Constitucionales del Estado. El doctor Fidel Castro demostraría que la acusación era inicua porque no existía la Constitución puesto que había sido abolida el 10 de marzo con el Golpe de Estado.

No pensó el Fiscal que su economía de tiempo habría de favorecer al acusado, quien dispuso de casi dos horas para desarrollar calmada y brillantemente, su alegato jurídico-político de defensa.

Denunció pormenorizadamente los crímenes cometidos contra sus compañeros detenidos luego del asalto y acusó a los ejecutores. Rebatió la acusación clave del Fiscal, irónicamente.

—»¿En qué país está viviendo el señor fiscal? ¿Quien le ha dicho que nosotros hemos promovido un alzamiento armado contra los Poderes Constitucionales del Estado? (… ) Constitución legítima es aquella que emana directamente del pueblo soberano». –expuso.

Le habían solicitado 30 años de prisión por algo que no cometió. La sentencia definitiva serían 15 años de reclusión.

Fidel con voz pulcra y enérgica explicó detalladamente el programa político a cumplir en el orden económico, social, y otros que lo conformaban. Aquella sala atestada de militares, en actitud agresiva, como en las anteriores vistas en el Palacio de Justicia, fue muy pronto reducida por los argumentos que exponía el acusado, en su condición de abogado defensor de su propia causa.

Fidel, observando a los guardias, allí presentes, dijo: ¡Gracias por la seria y amable atención que me están prestando! ¡Ojalá tuviera delante de mi todo el Ejército! (…) Se prohibió que llegaran a mis manos los libros de Martí; parece que la censura de la prisión los consideró demasiado subversivos. ¿O será porque yo dije que Martí era el autor intelectual del 26 de Julio?

Luego de la relatoría de los hechos criminales denunciados los días 21 y 22 de septiembre, el defensor siguió la exposición sobre la situación existente en el país en el orden político, económico y social, sintetizándolo en los seis asuntos básicos que una Revolución verdadera debía abordar y resolver: el problema de la tierra, de la industrialización, de la vivienda, de la educación y de la salud del pueblo, como principales premisas. Exponía, además, detalladamente, ante la expectación de todos, lo que haría la Revolución: la inmediata erradicación del latifundio, y también la confiscación de todos los bienes a los malversadores de todos los gobiernos y a sus causahabientes y herederos.

Decía que se declaraba, además, que la política cubana en América sería de estrecha solidaridad con los pueblos democráticos del continente y que los perseguidos políticos de sangrientas tiranías que oprimían a las naciones hermanas, encontrarían en la Patria de Martí, no como en aquel momento, persecución, hambre y traición, sino asilo generoso, hermandad y pan.

El Tema de la enseñanza lo trató con profundidad y emoción. «El alma de la enseñanza es el maestro», insistió y refiriéndose también a la prédica martiana, agregó enfático: «El pueblo más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijos en la instrucción del pensamiento y en la dirección del pensamiento» a la vez que subrayaba la importancia y dedicación de los maestros en las humildes escuelas públicas.

Sobre las proyecciones de carácter económico, y en particular la industrialización del país, no excluyó ni un punto del programa del Moncada, al contrario fue más explícito y diverso. Hasta la importancia vital de la industria turística en un país como Cuba fue objeto de su proyección.

Lo estrictamente jurídico resultaba en sí mismo una pieza enjundiosa, planteado a partir de la riqueza en jurisprudencia que el mundo ha acumulado a lo largo de la historia universal del Derecho.

El alegato sería luego objeto de estudio por los especialistas y le ha valido a su autor, en más de una ocasión el título de doctor Honoris Causa en Ciencias Jurídicas y Ciencias Sociales.

La jurista brasileña, doctora Elania (Lana) P. Gómez da Silva, Profesora de mérito de la Universidad de Belén de Pará, expresó: (… ) «el análisis lingüístico de La Historia me Absolverá, la originalidad de la oratoria, su conmovedora musicalidad y la riqueza literaria que contiene, son aspectos aún poco tratados en esa obra de primera clase más allá de las Ciencias Sociales y las Ciencias Jurídicas».

Su valor no ha perdido vigencia porque el alegato no ignora la dialéctica.

 Marta Rojas

Tomado de granma.cu

 La historia me absolverá en PDF: http://bureau.comandantina.com/archivos/La%20Historia%20me%20absolvera.pdf

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